La luna luchaba por abrirse paso entre los densos y oscuros nubarrones que se habían adueñado de la noche.
Herida de flecha en un costado y con todo su cuerpo magullado, la Guerrera no avanza. Su cuerpo paralizado y su mente agotada, por las batallas, no responden a sus órdenes. En su soledad, sabe, percibe, que hay alguien más que controla sus pensamientos.
Dolor… el dolor la rompe, y el momento de retirarse, el momento de vivir como una anacoreta ha llegado.
Necesita curar sus heridas, recomponer su corazón, pensar en silencio, necesita aislarse de todos y de todo.
Debe escuchar la voz que clama en su interior, debe averiguar porqué el Mago se ha instalado en su mente, siempre presente, porqué lo siente, porqué lo sueña.
La Guerrera ya no puede luchar.
Alza sus ojos al cielo y el brillo de la luna atraviesa sus pupilas; lentamente cae en un profundo sopor fruto del cansancio y el Mago, su Mago, de nuevo aparece para velar en las sombras su descanso.
MJ Sago B17.09.08
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