Poco a poco, inundaban sus ojos, pero no, no debían salir.
Eran lágrimas de compasión por ella misma.
Su libertad, su felicidad, sólo habían sido un espejismo.
“Te amo tanto, pero tanto, como para amarte y no ser amado, puesto que nada me place tanto como verte feliz”. (G.Sand)
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